Cuentos

084 El baño de los patos

Caminaban el Maestro y Sergei cerca del río contemplando los ánades que se bañaban al atardecer. El Maestro estaba arrebatado ante tanta belleza, elegancia y armonía. Los últimos rayos de sol arrancaban destellos irisados en las plumas azulonas, blancas y verdes de las anátidas que se acicalaban para entregarse al sueño.
– Sergei – le dijo -, así nos debemos preparar para emprender el gran viaje que se inicia con un profundo sueño.
– ¿No temes a la muerte, Maestro?
– ¿Acaso temes tú, Sergei amigo, a la vida que tenías antes de nacer?
– Ni siquiera la recuerdo, ¿cómo voy a temerla o a echarla de menos?
– Así es la muerte que tantos temen. Te voy a contar una historia.
– Mucho te gusta contar cuentos, Maestro, y a tus verdaderos discípulos escucharlos.
– ¿Por qué introduces ese matiz de «verdaderos», joven pícaro? – preguntó sonriendo el Maestro.
– Tú lo sabes, Venerable Señor, y sé que, a veces, te hacen sufrir.
– No soy yo el que llora en su corazón, ¡es mi cuerpo! Y tiene sus derechos, Sergei. ¡Aviados estaríamos si fuéramos insensibles!
– Dime, y perdona mi atrevimiento, Roca Impasible, ¿cómo puedes disfrutar tanto en tu jardín, entusiasmarte con un alcorque bien cuidado o extasiarte ante el baño de los patos, mientras tu corazón ha sido golpeado?
El Maestro sonrió, frunció los labios en un gesto característico y, agarrando a Sergei por el brazo, le dijo:
– Un poderoso monarca tenía un ministro al que respetaba por su sabiduría. Pero un día, mientras el soberano cortaba una fruta, se rebanó el dedo de una mano y gritó lamentándose. Su primer ministro le dijo con gran serenidad, mientras lo atendía: «Será para bien, Majestad».
El rey se dejó llevar por la cólera y mandó encarcelar al ministro. Éste se inclinó con respeto y dijo en voz baja: «Será para bien». Pasaron los meses y un ejército enemigo conquistó el reino. El monarca invasor mandó sacrificar al rey vencido, pero los sacerdotes no pudieron hacerlo porque le faltaba un dedo y el ritual sagrado no permitía ofrecer víctimas imperfectas.
– «¡Pues que sacrifiquen al primer ministro!», ordenó.
– Pero como el ministro estaba en prisión -intervino Sergei-, no pudieron encontrarlo.
– Eso es – prosiguió el Maestro-. Pero sucedió que fuerzas leales, capitaneadas por el hijo del rey, reconquistaron el reino. Entonces, éste se dio cuenta de la sabiduría del ministro que había enviado a prisión y le pidió que volviera a ocupar su puesto. A lo que éste, con toda humildad y decisión, respondió:
– «Es todo tan contingente, Majestad, tan contradictorio e inestable, que he decidido dedicarme a cuidar mi pequeño jardín mientras practico la meditación y la serenidad para vivir en paz y prepararme para el gran viaje»
– ¿Lo has comprendido, verdad, Sergei?
– Bueno, Maestro, estoy algo confuso porque yo, en este caso que te aflige, hubiera invertido los papeles, pero no soy yo quien inventa los cuentos. 
– No, Sergei querido, yo no los invento, tan sólo cuento los que ya existen, y los dejo brotar como el agua que busca su cauce.

José Carlos Gª Fajardo. Prof. Emérito U.C.M. Fundador de Solidarios

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Acerca de nesemu o garciafajardojc@gmail.com

cfr en www. garciafajardo.org o en garciafajardojc@gmail.com o Facebook Profesor Eméritus Universidad Complutense Madrid, Estudió en universidades Complutense de Madrid Doctor en Derecho, Gregoriana de Roma, Pontificia de Salamanca, Escuela Oficial de Periodismo, Profesor Eméritus Facultad Ciencias de la Información, U.C.M. , Henley College
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