¿Por qué temer a la muerte?

 Párate un poco, camina mirando todo lo que te rodea, respira hondo o siéntate en silencio y, ahora sí, comienza a repasar mentalmente cuando de positivo, dichoso, feliz, ha sucedido y sucede a diario en tu vida… desde el amanecer al alba próxima. Sí, porque hasta mientras dormimos respiramos y se abren ocultos canales que ni los podríamos haber soñado. Algunos aún dicen “consultar con la almohada”, que es una de las cosas con las que no debemos consultar ni tratar nada. Por eso, muchos amigos, después de cepillarse los dientes y ponerse el pijama, no se lanzan de un salto a la cama… salvo que alguien le esté esperando, porque entonces sí que no se acaba el día vital. Me refiero al día a día y lo mismo al despertarte, si no tienes que canalizar alguna hormona. El despertarte, a no ser que la necesidad impere, conviene tomarlo como una despedida… y un renacer con toda la experiencia que has acumulado, aún y quizás sobre todo, mientras tu cuerpo dormía pero no tu corazón ni tus pulmones ni millones de células, órganos y sistemas. Conviene respirar hondo, “despertarse” mentalmente, y saludar al pasado y comprender, de (cum prehendere) aunque no lo entiendas (intendere o intus leggere), y abrirse al nuevo día… no te preocupes, el alba comienza cuando tú te despiertas al igual que puedes recordar momentos en tu vida pasada en que pareció hacerse noche el mediodía. Quizás te extrañe la serenidad de los sabios y maestros al abrirse a la muerte como nos “abrimos” a la vida, sea en el útero o con el primer vagido. Dime, con la confianza y serenidad que dan el saberse querido, aceptado tal como eres, ¿recuerdas dónde estabas y lo que sufrías, que no padecías, antes de haber nacido? ¿Lo has echado alguna vez de menos, lo añoras o te sientes desalojado en el destierro del exilio? Porque, en ocasiones, hemos padecido el exilio, y, hasta no pocos, el destierro, que no son lo mismo. No nos preocupamos porque no podemos echar de menos aquello de lo que no hemos tenido conciencia y que no ha existido con nosotros de protagonistas responsables, qué razones podemos aducir para temer lo que no conocemos. Tengo presente la distinción que hacía el Damasceno entre temor y miedo: temor es preocupación ante un posible dolor que podemos tener en espera de una cirugía, prueba, desafío o separación de una persona querida; miedo es siempre ante lo desconocido, que muchas veces, está en nuestra mente, fantasía, supersticiones, ignorancia, tabúes de la tribu o del entorno. Cuántas veces hemos vencido el miedo con encender la luz y ver que el “miedo” era ante una prenda de ropa colgada y movida por el viento… apagamos y no hubo nada, se esfumó… como toda fantasía que no intentamos cosificar pues entonces nos movemos en otros campos, como son los de dolencias psicológicas o mentales. No son idénticas. Son como los mitos, alucinaciones, y otros corsés que también contribuimos a imponernos sutilmente o como “mal menor” para tener algo manejable con lo que padecer, (de patior). Aunque se puede padecer deleitosamente un orgasmo, con el cuerpo dormido o bien despierto y en activo.

José Carlos Gª Fajardo. Profesor Emérito U. C. M.

garciafajardojc@gmail.com

Anuncio publicitario

Acerca de nesemu o garciafajardojc@gmail.com

cfr en www. garciafajardo.org o en garciafajardojc@gmail.com o Facebook Profesor Eméritus Universidad Complutense Madrid, Estudió en universidades Complutense de Madrid Doctor en Derecho, Gregoriana de Roma, Pontificia de Salamanca, Escuela Oficial de Periodismo, Profesor Eméritus Facultad Ciencias de la Información, U.C.M. , Henley College
Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s