Acuérdate en adelante, cada vez que algo te contriste, de recurrir a esta máxima: que la adversidad no es una desgracia, antes bien, el sufrirla con grandeza de ánimo es una dicha.
Si no conviene, no lo hagas; si no es verdad, no lo digas. Sé dueño de tus inclinaciones.
Realiza cada una de tus acciones como si fuera la última de tu vida.
No obres como si fueras a vivir mil años; obra como si el fin estuviera muy cerca.
Te embarcaste, surcaste mares, atracaste: ¡desembarca!”
Preciso es que a partir de este momento te des cuenta de qué mundo eres parte y de qué gobernante del mundo procedes como emanación, y comprenderás que tu vida está circunscrita a un período de tiempo limitado. Caso de que no aproveches esta oportunidad para serenarte, pasará, y tú también pasarás, y ya no habrá otra. Y te liberarás, si ejecutas cada acción como si se tratara de la última de tu vida, desprovista de toda irreflexión, de toda aversión apasionada que te alejara del dominio de la razón, de toda hipocresía, egoísmo y despecho en lo relacionado con el destino.
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