El rufián es un proxeneta, esto es, un delincuente que explota la prostitución. La palabra proviene del italiano ruffiano, atestiguada en esa lengua y también en francés con el mismo significado desde el siglo XIII.
Corominas cree posible que provenga del latín rufus ‘pelirrojo’, debido a la costumbre de las prostitutas romanas de adornarse con pelucas rubias.
Todavía hoy es conocido el prejuicio que existía antiguamente contra los pelirrojos, derivado de una versión según la cual Judas Iscariote habría tenido cabellos de ese color. En la Edad Media, también se afirmaba en algunas regiones que las mujeres pelirrojas eran brujas, y es posible que alguna de ellas haya muerto en la hoguera por esa razón.
Sin embargo, el etimólogo francés Jean Dubois apunta en una dirección diferente: para él, ruffiano provendría de roffia ‘costra’, ‘suciedad del cuerpo’, palabra que, a su vez, se deriva del germánico hruf ‘flema’. Puede subrayar la versión anterior. No pocas veces, los apodos se convirtieron en apellidos… cuando no se conocían otros. Desde hace años se pueden cambiar los apellidos «infamantes» por otros comunes, pero algunos se aferran al que tienen y es por todos conocido.