En un excelente sumario que acompaña a las investigaciones del Observatorio sobre la juventud en España y publicado por Metroscopia, Pew Research Center, se hacen unas reflexiones que nos deberían ayudar a recapacitar y a pensar sobre nuestra realidad como ciudadanos proyectándonos en quienes nos han de gobernar en menos de una década.
Los ciudadanos exigen comprensión y solidaridad. El concepto de ser buen ciudadano es muy diferente para los millennials que para las generaciones anteriores. Participar en asociaciones sociales y políticas o estar dispuestos a servir en el ejército son rasgos que ocupan las últimas posiciones en la valoración de los jóvenes. Por el contrario, la tolerancia y la solidaridad son los valores que más definen la buena ciudadanía, según el Observatorio de la Juventud en España. Tratar de entender a la gente con opiniones distintas, ayudar a la gente que vive peor que tú, no evadir impuestos, votar, mantenerse informado, obedecer siempre las leyes y normas y elegir artículos de consumo que no dañen al medio ambiente son los rasgos más importantes.
En contra de lo que se pudiera pensar, los jóvenes de entre 18 y 34 años rechazan ampliamente las conductas límite, pese a que exigen cambios profundos en una sociedad que ellos consideran injusta. Y, Javier Ayuso, comenta hoy en una hermosa pieza que estos jóvenes, que casi suponen unos ocho millones de votantes se sientan tan cerca de la política y tan lejos de los partidos. Por su interés indudable comparto estas reflexiones de un antiguo alumno mío cuya trayectoria no he dejado de seguir con enorme satisfacción. Y él lo sabe.
En las últimas elecciones generales en España, en junio de 2016, se estima que dentro del grupo de personas entre 18 y 34 años, tan solo voto el 61% de los ciudadanos, nueve puntos menos que la media nacional (70%) y 18 puntos menos que el colectivo de más de 55 años (79) según un estudio de Metroscopia. Además, los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE han perdido la mitad de su electorado joven durante la crisis. ¿Es la abstención de los jóvenes sinónimo de desinterés por la política?, se pregunta el sociólogo Francisco Camas. Y la respuesta es negativa: “Los jóvenes presentan un cuadro de abstención estructural notable, que suplen con otro de participación política no convencional, como las manifestaciones, concentraciones o marchas de protesta”. No se trata de un desinterés generalizado por la política y las citas electorales, “sino más bien una visión crítica sobre algunos elementos de la vida política”.
En plena crisis, las elecciones celebradas en 2015 en España provocaron un aumento significativo del voto joven. El 20 de diciembre de 2015, el bipartidismo consiguió menos del 20% de los votantes de entre 18 y 34 años (en 2008 habían sumado el 56%), mientras que Podemos y Ciudadanos se llevaron casi la mitad de los votantes jóvenes que habían abandonado al PP y al PSOE.
Sin embargo, seis meses después, en junio de 2016, buena parte de esos votos jóvenes volvieron a la abstención. Los expertos lo consideran una respuesta de decepción ante la entrada de los nuevos partidos en el sistema político convencional, tras la ilusión del cambio que ofrecían esos grupos.
El nivel de desafección de los jóvenes es muy superior al de los mayores, según las distintas oleadas de Metroscopia desde 2008. “No creo mucho en la política y menos aún en los políticos”, resume Andrés Huerta, de 24 años; “No creo que me vayan a salvar”. En su último Barómetro de Clima Económico, los españoles de entre 18 y 34 años consideran que la carga de la crisis ha recaído sobre ellos.
Marcos Sanz explica que los jóvenes han visto cómo sus rentas salariales se reducían ante la presión del paro, mientras las pensiones quedaban protegidas por cláusulas de salvaguardia de la capacidad adquisitiva frente al IPC. El Banco de España informaba en su última Encuesta de las Familias, en enero pasado, que entre 2011 y 2014, los jóvenes han sido el grupo de edad que más capacidad adquisitiva ha perdido: un 22,5%.
La pérdida de poder adquisitivo, unido al aumento del paro juvenil y el miedo a perder un empleo ya de por sí precario, ha llevado a una situación de “hiperincertidumbre” sobre el futuro, que se refleja en sus opiniones sobre el sistema político y económico. Los gráficos muestran la valoración negativa de la generación del milenio sobre el sistema político, económico y laboral o el propio Estado del bienestar.
Peor todavía salen parados los bancos, la patronal o las grandes empresas españolas. Las mejores notas corresponden a la Justicia, la sociedad civil, los sindicatos, las multinacionales, las pymes, los movimientos sociales y las ONG. Es como un grito de protesta ante las instituciones que representan la base del Estado y la propia.
José Carlos García Fajardo