Queridos Maestros
Queridos maestros: crecí, y he pensado que debían saberlo. Ya no soy la niña sin conocimiento que hablaba en el aula, a gritos a veces, y siempre a destiempo. Queridos maestros, crecí sin saberlo. Crecí sin permiso después de un recreo. Dejé sin cartera mis hombros caídos, dejé sin cometas mi racha de viento, sin gritos el patio, con frases en cera la puerta sin pomo del fétido aseo.
Queridos maestros, me traje conmigo un cofre pequeño que guarda una tiza, un compás sin punta, un lápiz mordido, mi cinta del pelo, el papel de plata de mi bocadillo y un hambre infinita de volver a verlos.
Queridos maestros, se me han olvidado las preposiciones y también las tablas, sumo con los dedos. A veces confundo pasado y presente y no tengo claro si amar es un verbo.
Queridos maestros, los echo de menos para que me saquen a aquella pizarra, para que me expliquen el número cero, para que me cuenten quién fue el Principito y cuántas estrellas conforman el cielo.
De quién es la luna, de tantos caminos cual irá hacia mí.
Queridos maestros, vengo a disculparme del brazo del tiempo, porque con la punta del compás sin punta que guardo en el fondo de un cofre pequeño tatué sus apodos en mi mesa verde, y hoy como cardos arañan mi pecho.
Queridos maestros: crecí, y he pensado que debían saberlo. Ya no soy la niña sin conocimiento que hablaba en el aula, a gritos a veces y siempre a destiempo.
Magdalena S. Blesa