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En estos días de algarada tratemos de recuperar la cordura: no es Navidad porque lo digan los grandes almacenes. No es preciso agobiarnos gastando un dineral; ni comer y beber hasta perder el gusto por la comida y la bebida. Nos obligamos a reír y a divertirnos y, al final, es eso: nos di-vertimos, nos apartamos de nosotros mismos y del camino, extraviándonos. ¿No es en estas fiestas cuando nos acomete una extraña soledad, una especie de vacío que llamamos nostalgia y que no es más que angustia? Se diría que tenemos que caer bien a todo el mundo, felicitar hasta a las farolas y empeñarnos en retrasar la hora del sueño como si temiéramos no seguir viviendo. Esta es la más oculta razón de los ritos en el solsticio de invierno mientras que, en el de verano, por San Juan, tenemos que celebrar con cantos, bailes y hogueras la necesidad de afirmarnos y de perpetuarnos con todo nuestro ser.
José Carlos Gª Fajardo