Hemos llegado a tal nivel de ruido, de deseo insaciable de no permanecer en el mismo sitio, de estímulos externos, que nada parece más novedoso que estar con uno mismo, con lo cercano, en la propia casa, y además estar conforme con ello. O dar un paseo tranquilo entre árboles en el que escuchamos crujir la hierba bajo cada uno de nuestros pasos. ¿Qué clase de vida es consultar el móvil constantemente, esclavos de las notificaciones de Facebook, Twitter, Instagram, el correo electrónico y el whatsapp? ¿Qué tal si hacemos silencio para vivir de verdad?
Ana Llovet
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