Idiotas

En la antigua Atenas, a quienes no participaban en lacosa pública se les denominaba idiotés. De ahí la evoluciónsemántica a «idiota», el que no sabe o no quiere participar enla vida social, como si se tratase de un enajenado.El intento de formar un nuevo gobierno en España estáresultando demoledor para los ciudadanos por los egoísmos,sectarismos, descalificaciones y falta de respeto en la ausenciadel necesario diálogo (la palabra que fluye a través del otro yentre ellos), sobre todo para quienes cumplimos con nuestroderecho y deber sociopolítico de participar en unas EleccionesGenerales.Está en juego la gestión de la casa común, que este es elsignificado de la economía, oikos nemo. En la Atenas dePericles y de Solón, a quienes no participaban en la cosapública se les denominaba idiotés, de ahí la evoluciónsemántica a “idiota”, el que no sabe o no quiere participar enla vida social, como si se tratase de un enajenado.Y es una falta de la virtud cívica de la politeia como el
ordenado y compartido gobierno de la ciudad, polis o comuni-dad de deberes y derechos. Eso nos arrastra al imperio del
despotismo, de las oligarquías, oligopolios, demagogias y elregreso a la horda de la que nos tendrían que sacar, historiateste, el ruido de los sables o el siniestro espectro de losmuros y de las cunetas en las carreteras.No exageramos, mirad la inhumanidad del rechazo a losque demandan el legítimo y natural derecho de la acogida ennombre de la hospitalidad que prima sobre todos los tratadosde los hombres. Por eso, Aristóteles define al ciudadano nopor su residencia en un territorio, tampoco por los derechos ydeberes jurídicos, piénsese en los ausentes y en los extranje-
ros residentes, sino que es quien tiene el poder de tomar parteen la administración judicial o en la actividad deliberativa del
estado. Y llega a decir que el derecho a intervenir en la fasedeliberativa es superior en sí misma a la constitución, pueseste es el modo como mejor se expresa la soberanía y laautoridad que del cuerpo de ciudadanos emana.Hay una página memorable en la Oración fúnebre, dePericles, por los muertos en La guerra del Peloponeso,transmitida por Tucídides: “Cada ciudadano será honrado enla cosa pública, no tanto por la clase social a la que pertenece,como por su mérito, ni tampoco si a alguno que puede haceralgún beneficio de la ciudad se le impide por la oscuridad desu fama… ya que obedecemos a los que en cada ocasióndesempeñan las magistraturas y a las leyes y, de entre ellas,sobre todo, a las que están legisladas en beneficio de quienespadecen la injusticia y a las que, por su calidad de leyes noescritas, traen una vergüenza manifiesta al que las incumple”.Es una ocasión privilegiada para reflexionar sobre lascuestiones más acuciantes que afectan a nuestra sociedad.Solemos comenzar por los problemas y soluciones propuestas.
Pocas veces reflexionamos sobre nosotros mismos y la forma deestar los unos con los otros. ¿Qué consideramos más importante,urgente y necesario para la construcción común?En una interesante nota de una respetable organizaciónsocial se destacaban importantes aspectos que no nos resistimos aseñalar. La realidad provoca en nosotros reacciones de asombro,de dolor o amargura, de rabia, de alegría. “La rabia es como tomarveneno y esperar … matar al otro”, dijo Buda. Al contrario de loexpresado por Worthington, “La clave para perdonar con éxito escultivar un sentido de simpatía, humildad y compasión”.Suscita deseos que dilatan el corazón, hace surgir preguntasque son el motor de nuestra búsqueda en tantos campos, desde elcientífico hasta el afectivo o el existencial. En el fondo de estasreacciones, deseos y preguntas subyace la exigencia de significado,que constituye nuestra verdadera estatura humana. Porque, unapersona sin significado, es un ente sin atributos. Sin embargo, noshemos acostumbrado a dejar nuestra humanidad en el recinto denuestra casa, asumiendo que es “algo privado”, que no tiene“dignidad pública”.Que en el centro de nuestra convivencia esté la persona esalgo que no podemos dar por descontado. Cuando lo hacemos nospasa factura: la energía de construcción de un país y la calidad denuestra convivencia están ligadas a la realización personal, quedepende de la respuesta a las cuestiones esenciales de la vida:¿Qué o quién colma mi deseo? ¿Quién me ama y a quién amo sincondiciones ni porqués? ¿Para qué trabajo? ¿Qué sentido tienen laenfermedad y la muerte? En definitiva, ¿por qué merece la penavivir? “Aunque la vida no tuviera sentido, tiene que tener sentidovivir, aquí y ahora”, respondió Malraux al General De Gaulle, quese condolía por la muerte del hijo de Malraux que se profesabaateo. Detrás de muchos de nuestros problemas públicos (dialécticaexasperada, tensiones territoriales, violencia en diferentesniveles, marginalidad, fracaso escolar, conflictos laborales,soledad, rupturas de los lazos afectivos,) se encuentra una falta deatención a la persona con toda la riqueza de sus preguntas yexigencias.Los primeros lazos de sociabilidad surgen cuando nosdescubrimos como seres de encuentro, prestos a acoger y a seracogidos. Esta experiencia se dilata cuando encontramos personasque nos entienden porque participan de nuestras mismaspreguntas e inquietudes. Y comprendemos que «el otro» es unbien en sí mismo. Esta es la base de una verdadera convivencia,que llega a abrazar a la persona extraña porque tiene nuestramisma exigencia de felicidad. Este es uno de los problemas másgraves que tiene nuestra sociedad: el otro se percibe comoenemigo. Y el «otro» nunca podrá ser objeto de nuestro amor ointerés porque el otro es siempre sujeto que sale al encuentro ynos interpela.

Prof. Dr. José Carlos Gª Fajardo. Emérito U.C.M. Fundador de la ONG Solidarios

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Alguien ha colgado este Cv, pero una cosa es CV y otra la vida vivida

José Carlos García Fajardo, nació el 6 de abril de 1937, está casado. Tiene seis hijos y doce nietos.
Doctor en Derecho por la Universidad Complutense (sobresaliente cum laude), Licenciado en Ciencias de la Información (UCM). Premio Nacional Fin de Carrera de Periodismo, Licenciado en Filosofía por la Universidad de Salamanca. Bachiller en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, cursó Filosofía y Literatura en la Universidad de París y Relaciones Públicas en el Henley College de Oxford. Profesor Emérito de la UCM, en donde enseñó Historia del Pensamiento Político y Social en la Facultad de Ciencias de la Información desde 1971.  Director General de Comunicación de la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales) entre 1978 y 1982, Asesor de Comunicación de Merck Sharp & Dhome entre 1982 y 1984, Asesor de Asuntos Públicos de Petronor entre 1975 y 1977, Responsable de Programas Culturales TVE en los Programas Informativos en Televisión Española entre 1967 y 1975 y presentador del Telediario y del Programa «…y 7»
Enviado especial de TVE, y antes de Europa Press, a Egipto, Argelia, Líbano, Siria, Jordania, Israel, Argelia, Marruecos, Alemania, Bélgica, Inglaterra, Yugoslavia, Estados Unidos, México, Grecia, Turquía, etc. Fundó y dirigió Radio Oeste FM de Madrid.
Dirigió las sesiones de Entrenamiento para hablar en Radio y Televisión (SERTV). Becario de la Fundación Juan March, estudió el lenguaje imaginístico de los Medios Electrónicos. Becario de la Sociedad de Estudios y Publicaciones del Banco Urquijo para estudiar la Influencia de los Medios de Comunicación en la vida política.
Fundó la ONG “Solidarios para el Desarrollo”, declarada de Utilidad Pública, en servicio a las personas y pueblos más desfavorecidos. Dirige el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), un servicio de información gratuito para los medios de comunicación de América Latina, Estados Unidos, Canadá y España.

Obras publicadas:
“Radiodifusión de Sonidos e Imágenes. Legislación Comparada”. Madrid, 1976.
“Comunicación de Masas y Pensamiento Político”. Madrid, 1984. 2 ed
“Los Gazules”. Novela 1996.
“Encenderé un fuego para ti. Viaje al corazón de los pueblos de África”. (Anthropos, Proyecto A Ediciones, Barcelona 1999)
“Manual del voluntario”, Madrid, (6 ª Ed. Catarata, 2007)
“Marrakech: una huida”, (Anthropos, Proyecto A Ediciones, Barcelona, 2001)
“Jhany, una búsqueda”, (Anthropos, Proyecto A Ediciones, Barcelona, 2004)
“Tu nombre para mí” (Anthropos, Proyecto A Ediciones, Barcelona Anthropos, Barcelona, 2004)
“Bailaré claqué sobre tus sombras” (Miraguano Ediciones, Madrid 2008).
“700 palabras. Por un mundo más justo y solidario” (Editorial Complutense, 2011)

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Mamandurrias.

Me parece muy importante leer esta bien documentada pieza de un gran periodista

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Foto del perfil de José Carlos García Fajardo

José Carlos García Fajardo

<garciafajardojc@gmail.com>11:31 (ahora) a Robadores de momentosCarpetazo a la Kitchen del PP

Ignacio Escolar@iescolarManuel García Castellón recibe la Legión de Honor en su etapa como juez de enlace en Francia EFE/Joel Robine29 de julio de 2021 22:37h 

93«Vamos a ver, Eduardo (Zaplana). Tenemos el Gobierno, el Ministerio de Justicia no sé qué y tal. Y escucha, tenemos a un juez que está provisional… Tú lo asciendes… Yo le digo, a ver, venga usted pa acá. ¿Cuál es la plaza que le toca? Onteniente, a tomar por culo a Onteniente y aquí que venga el titular, que ya me las apañaré con el titular, coño»Ignacio González, 22 de noviembre de 2016.

¿Recuerdan esta frase de Ignacio González? Es muy pertinente para entender lo que ha ocurrido este jueves. A finales de 2016, el expresidente de Madrid andaba muy preocupado con el juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional. Allí se estaban investigando sus correrías, y también varios de los casos más delicados para el Partido Popular: Lezo, Púnica, más tarde Kitchen… Y en una conversación con el exministro Eduardo Zaplana que grabó la Guardia Civil, Ignacio González confesó un deseo que, muy pronto, se hizo realidad: que se fuera el juez que había en ese juzgado y que volviera a la plaza el titular. Es justo lo que pasó, apenas siete meses después.

Tal y como pronosticó Ignacio González, al juez «provisional» que investigaba los casos que más preocupaban al PP, Eloy Velasco, le ascendieron a un puesto donde pudiera molestar menos; hoy está en la Sala de Apelaciones de la Audiencia Nacional. Y «el titular» volvió al juzgado número 6. Aún sigue allí. Se llama Manuel García Castellón. Llevaba casi 17 años fuera de ese puesto. Y la historia de este juez, de sus idas y venidas, explica mucho de cómo funciona la justicia en este país.

Manuel García Castellón llegó a la Audiencia Nacional en 1993. Primero al Central número 5, como sustituto de Baltasar Garzón. Más tarde como titular del Central número 6. En esos años llevó la instrucción del caso Banesto y también la de varios atentados terroristas de ETA. Entre otros, el asesinato de Miguel Ángel Blanco y el coche-bomba de 1995 contra José María Aznar.

Unos años después, fue precisamente el Gobierno de José María Aznar quien lo escogió para uno de los puestos más codiciados de la carrera judicial: el de magistrado de enlace con Francia. En teoría, ese cargo se ocupa de coordinar a la justicia de ambos países para evitar burocracia. Es una suerte de embajador judicial, con pasaporte diplomático. Una bicoca, donde se trabaja poco y se cobra mucho: en 2016, era un sueldo de 9.500 euros netos al mes en 14 pagas, según Confilegal. Es un puesto que se nombra a dedo, sin mucho más requisito previo que ser juez o fiscal con cinco años de experiencia. Y que decide el Gobierno. En este caso concreto, el nombramiento de García Castellón como magistrado de enlace en Francia se publicó en el BOE el 26 de mayo de 2000

Cuando el Gobierno de Aznar le destinó a París, Manuel García Castellón «ni siquiera hablaba bien francés», según asegura un exministro del Gobierno de Zapatero. «Nunca fue de mucha utilidad. La coordinación con Francia la hacíamos a través de los jueces de enlace franceses que estaban destinados en España, porque él pasaba más tiempo en Madrid que en París», afirma ese mismo exministro, que reconoce que nunca quisieron cesarle, y nombrar a otro, para evitar que volviera, cabreado, a su plaza de la Audiencia Nacional, donde podía hacer más daño que en la embajada de París.

Tras doce años en Francia, en marzo de 2012, el Gobierno de Mariano Rajoy le entregó otro cargo tan bueno como el anterior: magistrado de enlace con Italia. García Castellón se mudó a Roma desde París. Según distintas fuentes, tampoco sabía hablar italiano cuando el Gobierno de Rajoy le nombró. 

Durante todos estos años en puestos bien pagados y decididos a dedo por gobiernos del PP, Manuel García Castellón mantuvo su plaza en la Audiencia Nacional. Estaba en comisión de servicios, lo que también tenía para la derecha otra utilidad. Ahora el procedimiento ha cambiado, pero en aquel momento, mientras un juez estaba en comisión de servicios, su sustituto era nombrado casi a dedo por el Consejo General del Poder Judicial. 

Como he explicado en otros artículos, durante las últimas décadas, el CGPJ ha estado la mayor parte del tiempo en manos de la derecha, gracias a los sucesivos bloqueos del PP a su renovación cada vez que pierden las elecciones. Así que nombrar a jueces de la Audiencia Nacional como magistrados de enlace en el extranjero permitía elegir, desde el CGPJ, qué jueces se quedaban con su plaza como sustitutos. Y también cambiarles, si el sustituto se portaba mal.

En la Audiencia Nacional hay seis juzgados centrales de instrucción. Solo seis jueces de instrucción, por cuyas manos pasan los principales grandes casos de corrupción. Con Rajoy en La Moncloa, hubo un momento en que tres de ellos –la mitad– estaban como magistrados de enlace en el extranjero, nombrados por el Gobierno del PP. Y así el CGPJ, que también controlaba la derecha, podía decidir quiénes eran sus sustitutos.

Esa fue la fórmula, por ejemplo, que permitió apartar al juez Pablo Ruz de la investigación de la Gürtel. Fue nombrado porque parecía el ideal, a ojos de la mayoría conservadora del CGPJ. Estaba en situación precaria, era uno de esos sustitutos, mientras el titular estaba de magistrado de enlace en Londres. El CGPJ le renovaba en el puesto cada seis meses. Todo fue bien hasta que a Ruz se le ocurrió registrar la sede del PP. Poco después de aquella osadía, el CGPJ le apartó.

Es habitual que un juez de la Audiencia Nacional se vaya al extranjero, como magistrado de enlace. Es raro que haga el camino contrario. Más extraño aún que lo haga por propia voluntad, porque, en la práctica, abandonar la embajada y volver a la Audiencia Nacional supone un peor sueldo, y una enorme carga laboral. 

Cobrar mucho menos para trabajar mucho más. Justo fue esa la extraña decisión de Manuel García Castellón. Solo siete meses después de que Ignacio González apuntara esa posibilidad, solicitó la vuelta a su juzgado, en la Audiencia Nacional. «Que venga el titular, que ya me las apañaré con el titular»

Desde que volvió de Italia, el PP no ha tenido muchos motivos para quejarse por cómo le ha ido con este juez de la Audiencia Nacional, a pesar de que algunos de sus dirigentes no han salido muy bien parados. No le ha ido bien a Ignacio González, que sigue jugándose volver a prisión. O a Francisco Granados, que también está procesado. O al exministro Jorge Fernández Díaz, que probablemente se sentará en el banquillo por la Kitchen. Son, todos ellos, daños amortizados para el PP, imposibles de rehabilitar.

Fue García Castellón quien intentó imputar a Pablo Iglesias con argumentos bastante endebles, en una causa surrealista donde le quitaron la razón tanto el Tribunal Supremo, como la Fiscalía como sus propios compañeros de la Audiencia Nacional. Es quien imputó a Cifuentes, también por la financiación B del PP, para después archivar la investigación. Es también el juez que hoy ha cerrado la investigación de uno de los mayores escándalos de la historia democrática: el caso Kitchen. Y lo ha dejado en la mínima expresión.

Según el propio juez, los hechos son claros. El Ministerio del Interior usó dinero de los fondos reservados para espiar a Luis Bárcenas y robar las pruebas que guardaba sobre la corrupción del PP. Un grupo de policías, bajo las órdenes del ministro Jorge Fernández Díaz y su número dos, compraron a un confidente –el chófer de Bárcenas– con 2.000 euros al mes y la promesa de una plaza de funcionario en la Polícia. Con su ayuda, se colaron en un estudio de pintura de la mujer de Bárcenas, donde el extesorero escondía, en el doble fondo de un armario, todo el material comprometedor contra el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

La operación fue un éxito. Encontraron la información comprometida, que nunca más ha visto la luz.

Fue un gravísimo caso de corrupción, para tapar la corrupción y proteger a Rajoy. Es difícil de creer que esto ocurriera como una iniciativa personal del ministro del Interior, por su cuenta y riesgo y sin encomendarse a nadie más. Pero no es solo una mera deducción: a juicio de la Fiscalía Anticorrupción, hay indicios suficientes como para considerar que en esta operación de la cloaca policial también estaba implicado el Partido Popular y al menos su entonces secretaria general, María Dolores de Cospedal. Entre otros, las grabaciones de Villarejo en sus reuniones secretas con De Cospedal.

A pesar de los indicios, a pesar de las grabaciones, a pesar de la posición de la Fiscalía Anticorrupción, García Castellón ha decidido desimputar a De Cospedal. Y cerrar del todo la investigación, sin que siquiera haya declarado el principal beneficiado de toda aquel operativo parapolicial: el entonces presidente del Gobierno Mariano Rajoy.

Porque no está probado que Rajoy estuviera al tanto. Pero no hay duda alguna de quién fue el máximo beneficiado de aquella operación parapolicial.

Tampoco hay muchas dudas de quién era el jefe directo del principal imputado en la causa, el exministro Jorge Fernández Díaz.

García Castellón es capaz de archivar la investigación sin llamar siquiera a declarar como testigo al principal beneficiado de todo el operativo y principal responsable del Gobierno bajo el que todo esto ocurrió. En un ejercicio de malabarismo difícil de igualar, cierra la investigación sin mencionar siquiera por su nombre a Mariano Rajoy en los 70 folios del auto que hemos conocido este jueves. «Ninguna diligencia permite sostener» –asegura el juez– «que el señor Villarejo tuviera comunicación directa con ningún presidente o primer ministro». Ese presidente del que me está usted hablando, que diría M. Rajoy.

En otra parte del auto, García Castellón rechaza otra de las pesquisas que le pedía la Fiscalía Anticorrupción: identificar qué persona del Partido Popular usaba un determinado número de teléfono. «Se trata de una diligencia impertinente, en cuanto que no guarda conexión con el objeto del presente procedimiento». En efecto: se trata del móvil de Mariano Rajoy.

El auto aún no es firme. Cabe recurso ante la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, y no sería la primera ocasión en la que esta sala le fuerza a reabrir una investigación que García Castellón intentó archivar. 

Hace unas semanas, la Sala de lo Penal le ordenó reabrir la investigación de la Púnica que afecta a El Corte Inglés. Las acusaciones populares en este caso le pidieron que se inhibiera por un posible conflicto de intereses: García Castellón ha dado clase en una fundación de El Corte Inglés. El juez desestimó esa petición y respondió que «no hay conflicto de interés alguno» porque el CGPJ autorizó que impartiera esas clases.Y en el caso del PP, ¿hay conflicto de interés? García Castellón lleva 38 años en la carrera judicial. De ellos, casi la mitad –17 años– los ha pasado en puestos muy bien pagados, en cargos donde fue promocionado por gobiernos del PP. Su primer nombramiento, como magistrado de enlace en Francia, lo firmó en el BOE Mariano Rajoy Brey. Es el mismo político que hoy duerme más tranquilo, tras leer el auto que acaba de firmar García Castellón.

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Nos estamos abrasando y la opinión pública…a por uvas

Esto ya no es calentamiento global. Es abrasamiento global.

Hace más calor en nuestro planeta ahora que en ningún otro momento de la historia del que se tenga constancia, lo que ha desatado una vorágine de olas de calor, mega sequías y océanos acidificados. Estamos destrozando el templo de la vida y hemos llevado a un millón de especies al borde de la extinción.

Dentro de 50 años, mil quinientos millones de personas podrían verse obligadas a escapar de unas temperaturas tan altas como las del desierto del Sáhara. Actualmente, ya son 20 millones las que huyen cada año.

Un aumento global de la temperatura de tan solo 1°C está causando un gran trastorno para la vida en la Tierra. Vamos camino de los 3°C. Imaginemos solo por un momento el planeta hostil y desolado que heredarán nuestros hijos e hijas.

Pero aquí va el dato más importante: todavía PODEMOS revertir esta situación. Tal vez seamos la última generación que tenga esta posibilidad en sus manos. Los próximos 5 meses son cruciales.

Los líderes mundiales celebrarán dos grandes cumbres de la ONU en las que deberán tomar decisiones fundamentales sobre el clima y la crisis de extinciones. Podrían cambiarlo todo… O nada. Esto significa que solo disponemos de 150 días para lograr que nuestros dirigentes se pongan las pilas, aumentar considerablemente nuestro equipo para desbancar al ejército defensor de los combustibles fósiles, impulsar marchas masivas y hacer que el mundo respalde nuestro osado plan para salvar la naturaleza.

La Tierra ya no puede esperar más. Este es uno de los momentos más importantes para estar vivo en este frágil planeta, porque todo pende de un hilo. Tenemos que poner todo de nuestra parte, y tan solo una pequeña donación de cada uno de nosotros podría marcar una diferencia tremenda.

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Abrasamiento total

Esto ya no es calentamiento global. Es abrasamiento global.

Hace más calor en nuestro planeta ahora que en ningún otro momento de la historia del que se tenga constancia, lo que ha desatado una vorágine de olas de calor, mega sequías y océanos acidificados. Estamos destrozando el templo de la vida y hemos llevado a un millón de especies al borde de la extinción.

Dentro de 50 años, mil quinientos millones de personas podrían verse obligadas a escapar de unas temperaturas tan altas como las del desierto del Sáhara. Actualmente, ya son 20 millones las que huyen cada año.

Un aumento global de la temperatura de tan solo 1°C está causando un gran trastorno para la vida en la Tierra. Vamos camino de los 3°C. Imaginemos solo por un momento el planeta hostil y desolado que heredarán nuestros hijos e hijas.

Pero aquí va el dato más importante: todavía PODEMOS revertir esta situación. Tal vez seamos la última generación que tenga esta posibilidad en sus manos. Los próximos 5 meses son cruciales.

Los líderes mundiales celebrarán dos grandes cumbres de la ONU en las que deberán tomar decisiones fundamentales sobre el clima y la crisis de extinciones. Podrían cambiarlo todo… O nada. Esto significa que solo disponemos de 150 días para lograr que nuestros dirigentes se pongan las pilas, aumentar considerablemente nuestro equipo para desbancar al ejército defensor de los combustibles fósiles, impulsar marchas masivas y hacer que el mundo respalde nuestro osado plan para salvar la naturaleza.

La Tierra ya no puede esperar más. Este es uno de los momentos más importantes para estar vivo en este frágil planeta, porque todo pende de un hilo. Tenemos que poner todo de nuestra parte, y tan solo una pequeña donación de cada uno de nosotros podría marcar una diferencia tremenda.

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El planeta muestra signos claros de extinción

Huiting Hsu – Avaaz Anular suscripción13:00 (hace 6 horas)

Actúa ahoraQueridos amigos y amigas:Esto ya no es calentamiento global. Es abrasamiento global.

Hace más calor en nuestro planeta ahora que en ningún otro momento de la historia del que se tenga constancia, lo que ha desatado una vorágine de olas de calor, megasequías y océanos acidificados. Estamos destrozando el templo de la vida y hemos llevado a un millón de especies al borde de la extinción.

Dentro de 50 años, mil quinientos millones de personas podrían verse obligadas a escapar de unas temperaturas tan altas como las del desierto del Sáhara. Actualmente, ya son 20 millones las que huyen cada año.

Un aumento global de la temperatura de tan solo 1°C está causando un gran trastorno para la vida en la Tierra. Vamos camino de los 3°C. Imaginemos solo por un momento el planeta hostil y desolado que heredarán nuestros hijos e hijas.

Pero aquí va el dato más importante: todavía PODEMOS revertir esta situación. Tal vez seamos la última generación que tenga esta posibilidad en sus manos. Los próximos 5 meses son cruciales.

Los líderes mundiales celebrarán dos grandes cumbres de la ONU en las que deberán tomar decisiones fundamentales sobre el clima y la crisis de extinciones. Podrían cambiarlo todo… O nada. Esto significa que solo disponemos de 150 días para lograr que nuestros dirigentes se pongan las pilas, aumentar considerablemente nuestro equipo para desbancar al ejército defensor de los combustibles fósiles, impulsar marchas masivas y hacer que el mundo respalde nuestro osado plan para salvar la naturaleza.

La Tierra ya no puede esperar más. Este es uno de los momentos más importantes para estar vivo en este frágil planeta, porque todo pende de un hilo. Tenemos que poner todo de nuestra parte, y tan solo una pequeña donación de cada uno de nosotros podría marcar una diferencia tremenda. 
Cuidemos nuestro entorno… y contribuiremos a su salvación

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No seamos idiotas

En la antigua Atenas, a quienes no participaban en la cosa pública se les denominaba idiotés. De ahí la evolución semántica a «idiota», el que no sabe o no quiere participar en la vida social, como si se tratase de un enajenado.
El intento de formar un nuevo gobierno en España está resultando demoledor para los ciudadanos por los egoísmos, sectarismos, descalificaciones y falta de respeto en la ausencia del necesario diálogo (la palabra que fluye a través del otro y entre ellos), sobre todo para quienes cumplimos con nuestro derecho y deber sociopolítico de participar en unas Elecciones Generales.

Está en juego la gestión de la casa común, que este es el significado de la economía, oikos nemo. En la Atenas de Pericles y de Solón, a quienes no participaban en la cosa pública se les denominaba idiotés, de ahí la evolución semántica a “idiota”, el que no sabe o no quiere participar en la vida social, como si se tratase de un enajenado.
Y es una falta de la virtud cívica de la politeia como el ordenado y compartido gobierno de la ciudad, polis o comunidad de deberes y derechos. Eso nos arrastra al imperio del despotismo, de las oligarquías, oligopolios, demagogias y el regreso a la horda de la que nos tendrían que sacar, historia teste, el ruido de los sables o el siniestro espectro de los muros y de las cunetas en las carreteras. 

No exageramos, mirad la inhumanidad del rechazo a los que demandan el legítimo y natural derecho de la acogida en nombre de la hospitalidad que prima sobre todos los tratados de los hombres. Por eso, Aristóteles define al ciudadano no por su residencia en un territorio, tampoco por los derechos y deberes jurídicos, piénsese en los ausentes y en los extranjeros residentes, sino que es quien tiene el poder de tomar parte en la administración judicial o en la actividad deliberativa del estado. Y llega a decir que el derecho a intervenir en la fase deliberativa es superior en sí misma a la constitución, pues este es el modo como mejor se expresa la soberanía y la autoridad que del cuerpo de ciudadanos emana.

Hay una página memorable en la Oración fúnebre, de Pericles, por los muertos en La guerra del Peloponeso, transmitida por Tucídides: “Cada ciudadano será honrado en la cosa pública, no tanto por la clase social a la que pertenece, como por su mérito, ni tampoco si a alguno que puede hacer algún beneficio de la ciudad se le impide por la oscuridad de su fama… ya que obedecemos a los que en cada ocasión desempeñan las magistraturas y a las leyes y, de entre ellas, sobre todo, a las que están legisladas en beneficio de quienes padecen la injusticia y a las que, por su calidad de leyes no escritas, traen una vergüenza manifiesta al que las incumple”. 
Es una ocasión privilegiada para reflexionar sobre las cuestiones más acuciantes que afectan a nuestra sociedad. Solemos comenzar por los problemas y soluciones propuestas. Pocas veces reflexionamos sobre nosotros mismos y la forma de estar los unos con los otros. ¿Qué consideramos más importante, urgente y necesario para la construcción común?

En una interesante nota de una respetable organización social se destacaban importantes aspectos que no nos resistimos a señalar.  La realidad provoca en nosotros reacciones de asombro, de dolor o amargura, de rabia, de alegría. “La rabia es como tomar veneno y esperar … matar al otro”, dijo Buda. Al contrario de lo expresado por Worthington, “La clave para perdonar con éxito es cultivar un sentido de simpatía, humildad y compasión”. 
Suscita deseos que dilatan el corazón, hace surgir preguntas que son el motor de nuestra búsqueda en tantos campos, desde el científico hasta el afectivo o el existencial. En el fondo de estas reacciones, deseos y preguntas subyace la exigencia de significado, que constituye nuestra verdadera estatura humana.  Porque, una persona sin significado, es un ente sin atributos. Sin embargo, nos hemos acostumbrado a dejar nuestra humanidad en el recinto de nuestra casa, asumiendo que es “algo privado”, que no tiene “dignidad pública”.

Que en el centro de nuestra convivencia esté la persona es algo que no podemos dar por descontado. Cuando lo hacemos nos pasa factura: la energía de construcción de un país y la calidad de nuestra convivencia están ligadas a la realización personal, que depende de la respuesta a las cuestiones esenciales de la vida: ¿Qué o quién colma mi deseo? ¿Quién me ama y a quién amo sin condiciones ni porqués? ¿Para qué trabajo? ¿Qué sentido tienen la enfermedad y la muerte? En definitiva, ¿por qué merece la pena vivir? “Aunque la vida no tuviera sentido, tiene que tener sentido vivir, aquí y ahora”, respondió Malraux al General De Gaulle, que se condolía por la muerte del hijo de Malraux que se profesaba ateo. Detrás de muchos de nuestros problemas públicos (dialéctica exasperada, tensiones territoriales, violencia en diferentes niveles, marginalidad, fracaso escolar, conflictos laborales, soledad, rupturas de los lazos afectivos,) se encuentra una falta de atención a la persona con toda la riqueza de sus preguntas y exigencias.

Los primeros lazos de sociabilidad surgen cuando nos descubrimos como seres de encuentro, prestos a acoger y a ser acogidos. Esta experiencia se dilata cuando encontramos personas que nos entienden porque participan de nuestras mismas preguntas e inquietudes. Y comprendemos que «el otro» es un bien en sí mismo. Esta es la base de una verdadera convivencia, que llega a abrazar a la persona extraña porque tiene nuestra misma exigencia de felicidad. Este es uno de los problemas más graves que tiene nuestra sociedad: el otro se percibe como enemigo. Y el «otro» nunca podrá ser objeto de nuestro amor o interés porque el otro es siempre sujeto que sale al encuentro y nos interpela. 

José Carlos García Fajardo

Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Fundador de Solidarios.

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Cuentos 100 Modo de vida

Su programa abarcaba las veinticuatro horas del día. A intervalos regulares descansaban profundamente, tan sólo unos minutos, pero suficientes, se bañaban y reparaban fuerzas con una dieta adecuada. Era la que seguían en el templo de Saolín los monjes guerreros cuando entraban en el gran período de las pruebas de otoño. Parecida a la de los lamas en el Potala de Lasa, aunque estos añadían la manteca rancia conservada en pellejos de yak y la tsampa a causa del intenso frío de los Himalayas. Similar a la de otros grupos de monjes Zen en las seshin de otoño que preparaban el Despertar del Buda que tuvo lugar en un 8 de diciembre. Los chamanes del Ártico hacía siglos que habían transmitido los fundamentos de estas dietas, que así pasaron como códigos secretos entre las diferentes comunidades de las gentes del Camino.
Se regían por el curso de los astros y se desenvolvían, durante el día, en las dependencias del Maestro para estudiar el I Ching (Libro de las mutaciones), el Libro de los ritos, el Libro de las Odas y los Anales de Primaveras y Otoños. A mano tenían las Analectas (Lun yu), el Justo medio (Zhong yong) y la Gran enseñanza (Ta hio). 
En el Tibet, a los monjes responsables de hacer sonar las caracolas, los gongs y las maderas les llaman «los hacedores del tiempo», porque son conscientes de que éste no existe, lo vamos haciendo. Como tampoco existe el espacio en sí, sino que éste se define por sus contenidos. De los sanyasin (santos renunciantes en India) se dice que van vestidos de viento. Y de los lamas, chamanes, derviches, marabúescuradores y abuelos indígenas en América, se dice que practican los vuelos astrales. En todas las tradiciones esotéricas es constante la experiencia del éxtasis chamánico y de la sutileza que suspende las propiedades naturales de los cuerpos sólidos. A diferencia de lo exotérico, a lo que tiene acceso el común de los mortales, lo esotérico se dice de lo que es impenetrable o de difícil acceso para la mente. Era la enseñanza que los Maestros de la Antigüedad sólo comunicaban a corto número de sus discípulos. No pertenece a la quimera, al ensueño o a la fantasía, sino que se trata de la realidad más profunda, real y auténtica de los seres humanos. Lo que ocurre es que la han olvidado y por eso existen, en todas las épocas, Maestros y comunidades capaces de ayudar a recuperar el sentido originario, el rostro perdido, la identidad primigenia. Se trata de un quehacer que puede ser aprehendido por algunas personas singularmente dotadas, y despertado en el contexto adecuado.
Como quiera que sea, el Tao te King presidía todo el aprendizaje, mientras que el maravilloso libro de Chuang Tzú, que el Maestro le había entregado como único compañero de viaje mientras acudió a la llamada del Círculo de su padre en Shangai, seguía siendo la almohada sobre la que apoyaba su cabeza en los momentos de descanso. Todo era acción y todo era, a la vez, descanso. Movimiento en el ritmo. Vivían plenamente en ese lugar de encuentro entre el tiempo y la eternidad que es el ritmo que informa nuestras vidas y el aliento de todo cuanto existe. Es la frecuencia del Cosmos que, una vez captada, nos traslada a otra dimensión sin perder más que la gravedad, que se suspende en esas circunstancias. (Aunque esto no lo sabía Newton). De ahí, que sea imposible narrar cronológicamente lo sucedido durante ese período de entrenamiento del Noble Ting Chang que se inició una vez que ambos hubieron ido al encuentro del Maestro Barrendero de esmeraldas.
Pero, después del baño y antes de entregarse al profundo descanso de unos instantes inmensos en la otra dimensión, el Noble Ting Chang seguía el consejo del Maestro y tomaba unas notas que le servirían, en el futuro, para refrescar su memoria una vez inmerso en las tareas que le aguardaban. Ese era para ellos el único sentido de los Libros sagrados, de los cantos y de los cuentos. Así como de las representaciones del teatro No, del Kabuki o de los Caminos del té (chado), de la espada (kendo), del arco (kyudo), de la mano vacía (taekwondo), es decir, del Bushido, y de la fuente originaria de todos ellos, del Taichi Chuan. Como para los indígenas de América son los ritos ancestrales de la pipa de la pazel baile en círculo, la cabaña que «echa humo» – por el vapor del agua sobre las piedras ardientes – o de las ceremonias iniciáticas tan similares en los cuatro puntos cardinales. Donde se experimentan la soledad, el miedo, el hambre y la sed, los demonios de los sueños y los terrores de la naturaleza dentro de un círculo trazado en el suelo. 
Por la noche, tan pronto como asomaba la luna, se bañaban, reparaban sus fuerzas, y se vestían de viento con sus kimonos blancos. Entonces, cruzaban el río por la vereda de los patos y se dirigían al claro en el bosque de robles que habían hecho los monjes, pensando en un helipuerto, pero actuando según lo mandado por el Cielo. Allí les esperaba el Barredor de esmeraldas, con su kimono blanco y su mirada llena de luz y de misterio pero que infundía paz y terminaba de trasladarlos a la otra dimensión.
Se saludaban en el centro del claro del bosque, iluminados tan sólo por la luna y comenzaban por las 84 formas del Taichi Chuan para abrirse a las fuerzas del Cosmos. El Maestro iba explicando el significado de cada una (cola de gorrión, peinar las crines del caballo, aguja en el fondo del mar, cigüeña que despliega sus alas, pico de ánade etc.) que Ting Chang, al anochecer, recogía brevemente en su cuaderno de viaje. Pues de eso se trataba de un viaje al interior de uno mismo.

José Carlos Gª Fajardo. Emérito U.C.M. Fundador de Solidarios

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Cuentos que circulan por los mercados

098 La partida hacia Shanghái

Pasado el tiempo oportuno para que el Noble Ting Chang se iniciase en el camino del recto gobierno, partió para Shangai sin volver la mirada atrás. Tampoco permanecieron en la puerta del monasterio ni el Maestro, ni el Venerable Tenno ni Sergei… puesto que éste ya estaba sentado junto al conductor del coche que había de llevar al doctor amigo a la nueva etapa de su destino. Sí lo hicieron el Abad y los Priores que no cesaban de agradecer las prodigalidades del patriarca Chang que se había retirado a Pekín para no influir con su presencia en la administración del imperio financiero de Oriente, que había confiado a su hijo Ting, ya que el primogénito, Shao, dirigía el de Occidente radicado en Nueva York.

A quien sí agradeció Ting Chang la sonrisa y su mirada cómplice fue al Barrendero de esmeraldas que parecía sostenido por la escoba de brezo con la que peinaba el césped para liberarlo de las hojas caídas durante la noche. Al igual que Sistino, el inolvidable jardinero de Taroudant y que Ahmed, que practicaba ese camino en Asilah, el Venerable Barrendero nunca volvía atrás para recoger las hojas que se posaban sobre el sendero ya barrido. Puesto que no apreciaba más las esmeraldas que los demás guijarros del camino, aprovechó cuando el coche pasó por su lado y alargó su mano con la esmeralda que le había confiado el viejo prior. Ambos sonrieron y se inclinaron con un leve gesto de cabeza que expresaba el Namosté de la antigua India.
Sergei permanecía con los ojos como platos atentos a cuanto pasaba pues era consciente de la responsabilidad que el Maestro había echado sobre sus hombros, a petición del Noble médico.
Nuestro Maestro y Tenno se sentaron junto al río para disfrutar de las carpas doradas que lo remontaban para cumplir su cometido. Esta noche ninguno de los cuatro había dormido para velar las armas junto al nuevo guerrero. Sergei tampoco. Porque no cabía en sí de gozo al intuir lo que se abría ante la pobre Liebre de las estepas que había llegado hacía unos años desde Mongolia y se había quedado con el Maestro. Ahora se sentía investido de una misión tan importante que ni se había acordado de ir a despedirse de la viuda de Nanking. «El mundo está lleno de viudas y de sus hijas, sobre todo en Shangai», se decía el muy necio… cuando, antes del amanecer, el Maestro ya estaba en la puerta de su choza animándolo a acompañarlos en la serena meditación de la mañana.
Así fue como comenzó el camino del Noble Ting Chang para asumir sus responsabilidades de gobierno, a pesar de que lo alejaban de su sueño de atender a los más necesitados enfermos en el hospital que había construido su padre. Ya no se lamentaba, no valía la pena. Los caminos del Cielo existen para adaptarnos a ellos y tratar de ser consecuentes.
Para Sergei se iniciaba una etapa que ni en sus más fantásticos sueños hubiera podido nunca imaginar. Se acordó de sus padres y de sus hermanos, allá en la gurka mogola y dejó que una lágrima resbalase por su mejilla mientras preparaba el último té especiado que el Noble Ting Chang y él tomarían junto al Maestro.
Éste, antes de saborear el té servido por el Maestro Tenno, le contó a Sergei una historia para el camino.

José Carlos Gª Fajardo. Emérito de U.C.M. Fundador de Solidarios

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Me ha gustado este texto de un buen compañero, y lo comparto

Cómo ayudar a una persona deprimida

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Pedro tiene 60 años y su mujer, 58. Ella lleva deprimida desde hace muchos años. Fundamentalmente ha seguido un tratamiento farmacológico, pues siempre se ha negado a un tratamiento psicoterapéutico. Pedro se siente agotado por la depresión de su mujer:

“Cuando llego a casa y encuentro a mi mujer deprimida, en la cama, se me cae el mundo encima. No sé cómo comportarme con ella: si le animo para que salga de casa dice que no le comprendo, pero si le dejo hacer lo que quiere, cada vez se hunde más en su tristeza… Temo que voy a terminar como ella”.

Pedro es uno de esos miles de familiares que conviven con un enfermo de depresión y que se sienten desorientados porque no saben cómo ayudar a una persona deprimida. Son los personajes secundarios del drama de esta enfermedad, que a veces pasan inadvertidos e ignorados incluso para los profesionales (psicólogos y psiquiatras). Son también una minoría que precisan de nuestra atención.

Cuando alguien está deprimido, provoca que su estructura familiar se tiña de tristeza y melancolía, y que los más allegados se sientan confusos ante esa nueva experiencia. Es difícil comprender, como es el caso de Pedro, que una familia tenga de todo: salud, buena posición económica, unos hijos encantadores y, sin embargo, aparezca el fantasma de la depresión, pues la enfermedad depresiva no se explica con razones, ya que es una alteración del mundo emocional, y por eso la única aproximación válida a las personas depresivas es la comprensión y el afecto.

La depresión crónica puede crear una gran tensión en los allegados y, consecuentemente, producir hostilidad, irritabilidad y, en el peor de los casos, culpabilidad. Existen numerosas familias que, como el protagonista de nuestra historia, Pedro, necesitan de un alto grado de paciencia, tacto y generosidad para crear un clima acogedor para que el enfermo deprimido no se hunda en su propia tristeza.

Por eso, mantener el equilibrio entre las demandas de la persona deprimida y las propias necesidades de los familiares es difícil, pero imprescindible para no sentirse arrastrado por el torbellino de la depresión. Es preciso, pues, mantener una “distancia amorosa” con el enfermo. No podemos caer en la trampa de los juicios negativos del familiar deprimido (referido a sí mismo, al futuro y al mundo circundante), sino relativizar esos comportamientos, y contemplarlos como fruto de la propia enfermedad.

La familia puede ser el motor que posibilite la recuperación de la persona que padece una depresión. Para conseguir esto, la familia debería actuar en cuatro dimensiones: detectando los síntomas, conteniendo la angustia, acompañando al paciente deprimido y favoreciendo la adherencia al tratamiento.

# 1.- Detectando los síntomas de la depresión

Así como una enfermedad física se puede diagnosticar por sus síntomas: dolor, fiebre, malestar general, mareos, etc., la enfermedad depresiva también se puede detectar a través de síntomas y comportamientos más o menos encubiertos. Cuanto más atentos estemos a la conducta de nuestros allegados, antes podremos observar si existe algún indicio de depresión y de esta forma posibilitar un tratamiento inmediato.

En general, se puede decir que la depresión se manifiesta por síntomas fisiológicos y psíquicos, mantenidos al menos durante un mes (insomnio, falta de apetito, pérdida de la atención y concentración, etc.), pero sobre todo por alteración de la esfera afectiva. Son ‘señales de humo’ (síntomas) que nos indican que hay ‘fuego’ (depresión).

Los familiares pueden servirse de las tres preguntas del test que se emplea para saber si una persona está deprimida. Es decir, si la respuesta a las tres preguntas es afirmativa, podremos al menos sospechar de la posibilidad de una enfermedad depresiva y consultar a un profesional de la psicología. Las tres preguntas en cuestión son las siguientes:

→  Durante el pasado mes, ¿has sufrido con mucha frecuencia la sensación de estar triste o desesperado?

→  Durante el pasado mes, ¿has sufrido, de manera continua, pérdida de interés o del placer que le provocaba realizar ciertas actividades?

→  Durante el pasado mes, ¿has pensado o has sentido deseos de dejar de vivir?

Es evidente que todos los miembros del sistema familiar deben estar atentos a los cambios que se pueden producir en alguno de sus miembros, pues de alguna manera todos se pueden beneficiar del bienestar del resto. Lo que no es aceptable es negar la evidencia (graves síntomas de tristeza, ideas de muerte, falta de conexión con las situaciones y actividades que antes producían placer, etc.) No porque se niegue el problema se soluciona. Para ilustrar esta idea podemos recordar la fábula de la zorra y las uvas de Esopo.

Moraleja: no podemos descalificar ni negar todo aquello que no podemos conseguir. Negando la realidad (las uvas eran grandes y jugosas), no con ello saciamos nuestra necesidad. De la misma manera, negando que nuestro familiar tiene comportamientos anómalos (tristeza, falta de concentración, apatía, etc.), no por ello va a estar bien.

# 2.- Conteniendo la angustia de la persona deprimida

El Diccionario de la Real Academia Española define la contención como “acción de contener; siendo contener reprimir o sujetar el movimiento o impulso de un cuerpo, y, de forma figurada, reprimir o moderar una pasión”.

En el encuadre terapéutico, la contención “es el proceso mediante el cual podemos percibir la ansiedad (propia y ajena), notar que remueve en nosotros viejos conflictos, pero no pasar directamente a la acción».

Es decir, en nuestro caso, las familias contienen en tanto en cuanto evitan que las personas deprimidas se descompensen y que ellas mismas no se desborden al convivir con un familiar deprimido. Por eso podemos afirmar que la contención tiene un doble objetivo: respecto al enfermo identificado y respecto al resto de la familia.

Contener es algo más que ser un mero receptáculo del sufrimiento del otro. No es solamente ‘tragarse’ el conflicto del familiar con depresión. Es lo que hacemos cuando, desde una “posición de sanos”, criticamos las conductas, damos consejos o soluciones enlatadas. Algo así como ‘vender un producto’ sin ninguna connotación emocional o afectiva.

En muchas ocasiones, lo que esconde esta actitud es nuestra propia fragilidad y falta de empatía para comprender el sentimiento del familiar deprimido. Por eso, una adecuada contención parte del propio conocimiento de nuestro familiar (de sus posibilidades y sus límites) y de darle la oportunidad para que explique de manera tranquila, clara y sin meterle prisa toda la dimensión del problema, permitiéndole la expresión de sus sentimientos más negativos, aunque esto nos produzca angustia.

Por nuestra parte, evitaremos responderle con los tópicos como “esto se pasará muy pronto”, “debes poner de tu parte” o “sal y distráete”, de uso tan frecuente.

Es recomendable que, durante el episodio depresivo, el enfermo evite tomar decisiones importantes (separarse, cambiar de trabajo, etc.), dado que la posibilidad de equivocarse es muy grande. En esas circunstancias, la persona deprimida, inmersa en su sentimiento de tristeza, no está en la mejor posición para elegir la alternativa más adecuada.

como ayudar a una persona deprimida

Y, en todo caso, dependiendo de la gravedad de la situación, le aconsejaremos consultar con un profesional de la salud mental (psicólogo o psiquiatra).

# 3.- Acompañando al enfermo deprimido

¿Cuál es la esencia de nuestra sociedad: el individuo o el grupo? Desde la posición de la psicología clásica se puede afirmar que el individuo sería el sujeto fundamental. No obstante, siguiendo a Bion, habría que primar al grupo sobre el individuo. Es decir, el grupo es el que moldea a la persona y la configura. Todos pertenecemos a una estructura grupal (familiar, laboral, social, etc.) Solamente se puede vivir en relación a un grupo, aceptándolo o rechazándolo, dependiendo de él o intentando independizarse del mismo, o bien esperando mágicamente que nos solucione todos nuestros problemas. Pero siempre el grupo será el que nos defina. Lo primero es el grupo, y este es el que da sentido y significado al individuo. El grupo no es solamente la suma de personas, sino que éstas además son configuradas por el grupo.

Uno es alguien (individuo distinto del que se sienta a nuestro lado) en tanto en cuanto pertenece a una familia concreta, a un barrio definido o a un grupo de amigos con características propias. Es más, somos así o de otra manera porque hemos vivido y nos hemos desarrollado en un grupo específico. El grupo, pues, constituye y da sentido al individuo, no a la inversa.

En nuestra cultura, la familia es el grupo por antonomasia que nos configura y nos estructura. Somos lo que es nuestra familia. De ahí su importancia y también su poder para la solución satisfactoria de cualquier adversidad de sus miembros. Por eso, ante la enfermedad depresiva, una familia cohesionada y respetuosa con el otro será un buen puntal para que la persona con depresión supere esa situación crítica. Sus miembros deben estar próximos, pero sin ahogar a la persona deprim; lejanos, pero sin olvidar al resto de la familia. Esto me recuerda la fábula del puerco espín.

La moraleja de esta historia es simple: la mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con los defectos de los demás y admirar sus cualidades. Las familias que mejor funcionan son aquellas que saben mantener una equidistancia de los demás: ni demasiado cerca (para no pincharse) ni demasiado lejos (para poder darse calor unos con otros). Fue lo que hicieron los puercoespines, y por eso sobrevivieron.

Características del buen acompañamiento al familiar deprimido

Acompañar en el proceso depresivo, de alguna manera, es compartir el sufrimiento del sinsentido de esa situación. También aquí, como los puercoespines, debemos estar cerca para dar calor y apoyo a la persona deprimida, pero lo suficientemente lejos para que no nos ‘pinchemos’ y nos contagiemos de la angustia del otro. He aquí las características más significativas:

a) Crear un clima de confianza y seguridad. En muchas ocasiones, la persona que padece una depresión se siente incomprendida por los que le rodean. Piensa que el resto de la familia cree que es una manipuladora, o que exagera, o que pretende ser el centro de atención, etc. Y aunque la persona deprimida puntualmente pueda disfrutar de algunas ‘alegrías’ (la caricia de un nieto, una buena comida, etc.), eso no es óbice para seguir pensando que padece una enfermedad.

Una actitud sana ante el familiar deprimido es reforzar sus logros (levantase a una hora prudente, hacer las tareas domésticas, etc.) y también procurar objetivar la dimensión real de los problemas cotidianos. La persona deprimida tiende a vivir tan intensamente las contrariedades diarias (llegar tarde a una consulta, olvidarse de preparar la comida, etc.) que son una fuente de sufrimiento intenso.

También se debe permitir la exteriorización de los sentimientos, aunque sean muy negativos: muerte, suicidio, desesperación, aburrimiento, etc. El hecho mismo de poner palabra a esas vivencias ya es terapéutico.

b) Informar. Los familiares deben estar dispuestos a pedir información a los profesionales de la salud mental sobre el proceso depresivo, y estos deben ser solícitos a proporcionarla. De esta forma evitaremos que los mitos sobre la depresión dirijan el comportamiento familiar.

También los familiares deberían informar a los profesionales de la salud mental de la evolución del familiar deprimido y las dificultades y posibilidades que contemplan para su total recuperación.

c) Metas realistas y cambios graduales. La recuperación de una enfermedad depresiva es un proceso y la curación no se produce de la mañana a la noche, sino que su evolución generalmente es en dientes de sierra: se van sucediendo días buenos, días menos buenos y días malos, hasta que se consigue “ese equilibrio inestable” que es la salud mental. Por tanto, los cambios son graduales, o, como decía mi viejo maestro de escuela, Don Fulgencio: “Así como una escalera no la podemos subir de una vez, sino escalón a escalón, también la vida tiene sus avances y retrocesos”.

Será preciso, pues, que nos planteemos metas realistas y no metas ambiciosas que no podamos cumplir. Así, a una persona que se levanta todos los días a las tres de la tarde no es muy realista proponerle que se levante al día siguiente a las nueve de la mañana (objetivo que no se cumplirá), sino que más bien habrá de ir reduciendo paulatinamente las horas de sueño.

# 4.- Favoreciendo la adherencia al tratamiento contra la depresión

Es la cuarta dimensión en que la familia puede ayudar a una persona deprimida. Pero, en primer lugar, debemos distinguir entre “cumplimiento” y “adherencia al tratamiento”. Lo primero hace referencia a la necesidad de realizar el tratamiento (sobre todo el farmacológico) según las estrictas indicaciones del médico. Aquí el enfermo es solamente un sujeto pasivo y un ejecutor de las prescripciones médicas, y la familia se convierte en la responsable de que el tratamiento se lleve a efecto. Sin embargo, la “adherencia” es algo más: implica no solo cumplir el tratamiento prescrito, sino también un cambio en el estilo de vida, si fuera preciso (incluso pudiera implicar un cambio en las relaciones sociales y familiares).

De esta forma, el enfermo es un agente activo de su proceso curativo y el sistema familiar se convierte en un facilitador de la curación. Es, pues, en este proceso dinámico donde la familia puede ayudar con su aliento, pero sobre todo con una actitud comprensiva de la enfermedad y de la respuesta al familiar deprimido.

Como bien indica la organización Mundial de la Salud (OMS), “la adherencia al tratamiento es el grado en que el comportamiento de una persona (tomar el medicamento, seguir un régimen alimentario y ejecutar cambios en el modo de vida) se corresponde con las recomendaciones de un prestador de la asistencia sanitaria”.

Así pues, la adherencia al tratamiento no solamente se refiere a las indicaciones médicas, sino también a las recomendaciones dadas por los profesionales de la salud en general.

# 5.- Depresión y adherencia al tratamiento

Según varios estudios, las personas que padecen una depresión tienen una baja adherencia al tratamiento, sobre todo al farmacológico. Y esto se incrementa si la persona de no tiene ningún vínculo familiar ni social o bien carece de algún apoyo emocional.

En un informe de la OMS se señala que “los datos sobre pacientes con depresión revelan que entre un 40 y un 70% se adhieren a los tratamientos antidepresivos”.

Hay que tener en cuenta que la enfermedad depresiva tiene tasas de recaídas y recurrencias muy altas. “Tras un primer episodio hay más de un 40% de recurrencia en un período de dos años. Tras dos episodios, el riesgo de recurrencia, en cinco años, es del 75 %. Además, el entre un 10 y un 30% de los pacientes tratados no tendrá una recuperación completa, persistiendo sintomatología o desarrollando una distimia (una forma leve, aunque crónica, de depresión)”.

Por todo esto podemos señalar, entre los riesgos de la no adherencia al tratamiento, las siguientes consecuencias: recaídas y recurrencias más frecuentes e intensas, mayor riesgo de suicidio y, consecuentemente, mayor discapacidad y sufrimiento del paciente deprimido y de la familia. En el caso de que no se tomara correctamente el tratamiento farmacológico (mayor o menor dosis de la prescrita, etc.) puede producir desde toxicidad a un menor resultado del tratamiento.

El documento de la OMS antes citado señala cinco dimensiones que favorecen la adherencia terapéutica: el equipo de salud, el tipo de enfermedad, la personalidad del paciente, el tratamiento prescrito y la situación socioeconómica y familiar.

Considero que, en el caso de la enfermedad depresiva, tres son los pilares fundamentales para favorecer una buena adherencia terapéutica: la actitud de los profesionales de la salud mental (psiquiatra, psicólogo, etc.), la personalidad del paciente deprimido y la actitud de la familia.

Cuanto mejor se establezca la alianza terapéutica (proximidad del profesional, clarificación de sus indicaciones, actitud comprensiva y explicativa del proceso depresivo, etc.), mayor posibilidad habrá de una buena adherencia al tratamiento.

En cuanto a la personalidad del enfermo, es evidente que las personalidades narcisistas (lo saben todo) o antisociales (están en contra de todo), por poner solo dos ejemplos, son las menos proclives a adherirse al tratamiento. Analizamos a continuación el tercer pilar: la actitud de la familia.

# 6.- Adherencia al tratamiento y familia de la persona deprimida

Respecto a la función del grupo familiar en este proceso de adherencia al tratamiento, es necesario, sobre todo, que la familia acepte a la persona deprimida, asumiendo que padece una enfermedad y que, por tanto, no está así porque quiere o porque no tiene voluntad para afrontar los conflictos diarios.

Además, hay que insistir en la necesidad de clarificar las creencias e ideas erróneas que el paciente puede sentir sobre la enfermedad depresiva (recordemos los mitos antes señalados), y por eso hay que ofrecer una información cualificada, veraz y adaptada a la propia familia para que esta pueda comprender lo que significa la enfermedad depresiva.

Asimismo, la familia tendrá que conocer e informar sobre los efectos secundarios de los fármacos y también de la importancia de un tratamiento psicoterapéutico.

No siempre la familia puede ayudar a una persona deprimida de forma adecuada. En muchas ocasiones, la atención a un enfermo crónico termina por agotar sobre todo al cuidador principal. Como me decía en una ocasión el esposo de una mujer con esclerosis en placas: “Mi situación es similar a abrazar un puercoespín y no querer pincharme”. Es decir, había llegado a una sobresaturación de angustia que cualquier acción, por pequeña que fuera, le producía sufrimiento.

Es lo que algunos autores han llamado la claudicación familiar, que se define como “la incapacidad de los familiares para ofrecer una respuesta adecuada a las múltiples demandas y necesidades del enfermo. Esta se refleja en la dificultad de mantener una comunicación positiva con el enfermo entre los miembros sanos y con el equipo de cuidados”. La crisis de claudicación familiar se da cuando los miembros de la familia, en su conjunto, son incapaces de dar una respuesta conveniente; puede ser un episodio momentáneo, temporal o definitivo.

Cuando la enfermedad depresiva se cronifica, también existe el peligro de que la familia claudique ante esa situación: sus miembros se muestran más intolerantes con el familiar deprimido, se irritan con mayor facilidad y existe el riesgo de que ellos mismos sufran una depresión. Incluso, en algún momento de mucho sufrimiento y desgaste, pueden sentir como una liberación la posible muerte del enfermo crónico.



En principio es preciso afirmar que, desde la psicología, es comprensible cierto malestar y cansancio ante la depresión crónica, y que se sienta el impulso de «tirar la toalla» y salir corriendo o, lo que es lo mismo, abandonar al familiar deprimido a su suerte. Ese sentimiento no es patológico; es anormal si lo llevamos a la práctica, recriminando al paciente su actitud, agrediéndole verbalmente por su pasividad, etc. Por tanto, podemos concluir diciendo que el sentir repulsa ante la persona deprimida no es patológico; lo irracional es cuando esa vivencia se refleja en conductas de abandono o de chantaje que pueden herir al otro.

ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra. Profesor en Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Comillas

Como amanuense y muy orgulloso de serlo de tan gran profesor y compañero,
José Carlos Gª Fajardo. Emérito U.C.M. Fundador de Solidarios

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